"Confesarte todas las soledades de este grito a medias para salvar la distancia del no insistas precedido de aquel abrazo que retuviste lo suficiente, porque buena cuenta me di de ese te amo pero ni modo, despacito y pausado, igual que este callarse, junto al café pretexto de me quita el sueño o el cigarrillo que te recuerda lento al consumirse entre el sí y el no me olvides coctel margarita, deshojando una a una tus partes y abarcándote a través de tus cosas que en fila, como esperando turno, se deslizan entre mis dedos provocándome hasta la hora en que el despertador, puesto a la media para la clase de ocho, se levanta y pone en su lugar mis pensamientos.
Y ya en la escuela, jugando a la estudiante que siempre has soñado, aparezcas nuevamente, precisa, justa, acondicionada a mi rutina de pensarte, de situar tu ritmo en las mil y una ondas que planeamos y que de la noche a la mañana, plaf, no quiero ni verte, me enervas, no lo entiendes?, eres, te haces, te hicieron o así naciste. Y mi mente con las pinche mil referencias puestas a tu alcance, desde lejos, desde este caigo en la cuenta que te amo a cienta ochenta por hora margarita infraccionaria, coctel margot de primerísima línea, casi mía.
(...)
Y todo porque qué sabes tú, margarita bonita, de éste deslizar de ojos lejos de otros ojos que observan, o de ese recurrir al magazín del día y agazaparse tras la lectura esperando el momento de saltar y huir de los orostros que acechan cada una de las acciones. Qué sabes de encender un cigarrillo, no para llenarme de ti como camilo sesto, sino para imaginar que la presencia de los demás se congela, y entones, lentamente, como sin mirar mirando acercarse a la primera esquina y correr para olvidar el ángeluz de la media noche y del recuerdo, para luego, ya cansado, regresar al lugar de los hechos, a la misma acera y al mismo miedo. Y ser uno mientras de algún radio lejano se escucha el sabor a tí y a mí y a toda esa sangre que ya no es sangre porque la lluvia arrecia. Entonces la fiebre se va acumulando entre el deseo de escapar o el de plantarse de cara a la circunstancia que aparentemente data de horas, sabiendo que la realidad es otra y que la noche se agranda más allá de su horizonte, más allá de esas líneas rojas entre cielo y tierra confundidos con la sangre asfalto de los alrededores y de julio en esta ciudad que se abre al filo de la navaja o bayoneta, o al ruido particular de la ventidós al corte de un cartucho.
(...)
Qué sabes de esto y de lo otro, de mí y de tí si solamente te ocupaste del sabor a nosotros, irma-margarita-dorantes, y mientras nuestras almas se acercaban más y más, tú solo pensabas en fabricar suspiros.
Y ahora las cabañuelas de mía en septiembre, al parejo de julio, repercutiendo. Yo aquí hermitaño o esperándote a la salida del venite, para luego mirarte del brazo y por la calle, a la hora de la lluvia y con maestro de botánica que también pinta además de matar y de hacer el amor de vez en cuando, a la antiguita.
Hermitaño yo, tú gaviota y margarita a la vez, esparciendo el guerlein de cuadra en cuadra y alegrándote de que no hay tiempos mejores, simplemente casualidades y lo nuestro eso, santito viejo dónde te pondré, estampita en blanco y negro pasada de moda, descontinuada. No, margarita, no te dejes llevar por la corriente, tan siquiera acomoda mi foto autografiada en ese valle de tus misterios ruega por mí.
(...)
Tú margot, gaviota sin hojas y sin alas, en busca de una nueva pose mientras yo aprendo a ser libre y comienzo a dibujarte de acuerdo a mi silencio, casi a oscuras, imaginándote."
Alberto Enriquez
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