16.7.17

Caso lluvioso

La lluvia me irritaba. Hasta que un día
descubrí que era maría que llovía.

La lluvia era maría. Y cada pringo
de maría empapaba mi domingo.

Y mis huesos mojando, me dejaba
como tierra que la lluvia labra y lava

Yo era todo barro, sin verdura...
maría, ¡lluviosísima criatura!

Ella llovía en mí, en cada gesto,
pensamiento, deseo, sueño, y el resto.

Era lluvia finita y lluvia copiosa,
matinal y nocturna, activa…¡Qué cosa!

No me lluevas, maría, más que lo justo
llovizna de un momento, apenas susto.

No me inundes de tu líquido plasma,
¡No seas tan acuático fantasma!

Yo le decía en vano -ya que maría
cuanto más yo rogaba, más llovía.

Y chaparreando atroz en mi camino.
lo dejaba bañado en triste vino.

que no calienta pues el agua de lluvia
mosto es de ceniza, no de buena uva.

¡Lluviadera maría, lluviadona,
lluvinienta, lluvil, pluvimiedona!

Yo le gritaba:¡Pará! Y ella seguía lloviendo,
Charcos de agua helada iba tejiendo.

Y hubo tanta maría en mi casa
que la correntada creó alas

y un río se formó, o mar, no sé,
Sé apenas que en él me anegué.

Y cuanto más las olas me llevaban,
las fuentes de maría más lluviaban,

de suerte que con poco, y sin recurso,
las cosas prosiguieron su curso,

y aquí es el mundo mojado y sumido
bajo aquel siniestro y oscuro llovido.

Los seres más extraños juntándose
en la misma acuosa pasta quejándose

contra esa lluvia estúpida y mortal
catarata (jamás hubo otra igual).

Cantos anti-ad petendam se oyeran.
¡Nada! Las cuerdas de agua más enloquecieran,

y maría, canilla desatada,
más deja salir la correntada.

Los navíos sozobran. Los continentes
sucumben con todos los vivientes,

y maría lloviendo. Fue que a esa altura,
diluida y fluida la humana estructura,

y la tierra no sufriendo tal lluviencia,
se conmovió la Divina Providencia,

y Dios, piadoso y enérgico, bramó:
¡No llueva más, maría! - y ella paró.

Carlos Drummond de Andrade 
Traducción: Silvina Elena Guala y Carles Tàvec