Diez mañanas se pasaron del día en que se comemora la libertación de los esclavos en Brasil. Y el veintitrés de mayo, ayer, después de muchos meses practicamente sin salir de mi casa, en lo que llamo de vida ermitaña por opción, por insistencia de varios amigos y amigas, intenté retomar a la que llaman Vida Social Académica (charlas con compas después de la clase y cerveza por la noche en la facultad), para volver a mostrarme, como me aconsejó mi madre. "Es hora de superar."
A principio, todo bien. Las tres primeras chelas con los amigos me hicieron recordar que salir con la gente a pavear puede ser divertido. Es chistoso ver la gente semi-feliz buscando temas para que la plática siga confortable, al mismo tiempo que los ojos miran a todos lados, buscando posibles almas gemelas o simplemente alguien con quien pasar un rato más íntimo.
En la cuarta chela, sin embargo, la cosa empieza a modificar. Unos empiezan a demostrar los primeros señales que al fin de la noche estarán borrachitos en algun rincón, mientras otros prefieren intentar con más voluntad el encontrar del Otro, mirando a todos lados, dando vueltas por todo el espacio, como el conejo de Alicia. No hay tiempo, no hay tiempo, parecen decir. También hay aquellos, y creo que me incluí en su grupo al menos anoche, que se ponen más honestos. Charlé con uno y después con otro así así más confianzudamente. Con João, por ejemplo, empecé a hablar de mi ex... claro. Y cuando vi que la charla me estaba poniendo desesperada y deprimida, sábiamente buscamos otra chela, y asuntos livianos volvieron a la superficie.
Hasta que llegó otro viejo compa de la facultad. Ese, también ya honesto, al verme se recordó de mi poca simpatía desde el primer año de la facultad con los vagos y los ruidosos, y de mi 'media-intolerancia' con los retrasados y con los que iban sin la lectura previa de los textos. 'Fuiste y sigues siendo la brasileña más porteña que conozco.' Mucha honestidad. Fui por otra chela. Y las horas fueron pasando...
A las dos y media, ya sin colectivos que me llevara de vuelta a mi hogar, tenía tres opciones: ir a la casa de un compa, que en el fondo de mi ser, sentía que intentaría algo más conmigo; a lo de João, este mi amigo con quien siempre acababa hablando de mi ex; y el crusp, o sea, la residencia estudantil de la facultad, donde una gran amiga vivía, y que siempre dejaba la puerta de su casa abierta, y que siempre me ofrecía para que durmiera allá cuando fuera necesario.
Fui por esta elección. Y la puerta estaba cerrada. La golpee, llamé a mi amiga por celular (apagado), la llamé por su nombre y nada. Sin ya la oportunidad de ir por una de las dos otras opciones, decidí esperar alguna salvación posible sentada en una silla en el pasillo del crusp... si nada apareciera, me quedaria ahi por tres horas y despues volverian a pasar los colectivos. Minutos después, no sé cuanto porque adormecí, surgió una amiga de mi amiga que la conocia de lejos. Me ofrecio el silloncito de su departamento y una frazada que los acepté de muy buen grado y ahí me quedé, medio dormida, medio despierta, pensando en la vida social que me pidieron que volviera para superar mi "vejez anticipada".
Y sí, me sentí una vieja queriendo aplicar botox para revivir algo que ya había pasado. Me acordé de mis 19, veinte, veintidos años, como si fuesen siglos atras... ah, mi juventud... las fiestas semanales de la facu, sin miedo de andar sola, de volver por calles raras, haciendo raite por la ciudad universitaria, hablando con extraños, corriendo riesgos, tomando varias y de varios. Viejos tiempos que hoy más me parecen una rebeldía contenida, transgresiones adolescentes. Y, a menos de un mes de cumplir ventiseis, me vi allá en el siloncito de alguien que mal conozco otra vez. Como en los viejos tiempos...
A las seis me levanté y fui a mi casa. Y honestamente, volví ansiosa a mi hogar, sin ninguna prisa de salir de casa en los próximos meses. Y si con esta elección me salen con aquella frase que escuché hace dos meses ("No tenés novio, y encima, no salís a conocer chicos? No sos mujer, sos un árbol."), mejor cuidar bien de mis raíces y regar con cuidado mis propias flores.
Ellen Maria
E não é que o tempo passa mesmo!
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